Eso dije unas semanas antes
de meterme media botella de tequila y un par de cervezas del tirón,
directo al alma. Quería matar a la hija de puta de la melancolía a
base de tragos. Deseaba arrancarle esos tacones tan afilados que
tantas taquicardias me estaban provocando. Anhelaba follármela con
la rabia del que se siente muerto en vida.
Pero el único que acabó al
borde del precipicio de la cama fui yo.
Vomité tantas veces como
mariposas anidaron en lo más profundo de mi ser. Y reí. Reí con la
demencia del que no puede llorar.
Y lo peor, lo peor de todo,
más doloroso que tener tus principios e ilusiones en ruinas, es la
resaca de imposibles que se avecina.
La vida te brinda
oportunidades, por supuesto que sí, pero sólo para deleitarse
viendo cómo las destrozas.
Después de caer, hacerse daño tantas veces, resulta difícil levantarse. Yo aún no tengo claro cuantas veces somos capaces de levantarnos, dispuestos a arriesgarnos, de ofrecer una oportunidad a alguien para destrozarte la vida, confiando en que no lo haga. ¿Cuántas decepciones sería capaz de soportar una persona? Aunque eso quizás dependa ya de cada uno.
ResponderEliminarUn saludo, un placer leerte.
No levantarse es una muerte anticipada.
Eliminar