sábado, 4 de mayo de 2013

El alcohol es para estúpidos y cobardes.


Eso dije unas semanas antes de meterme media botella de tequila y un par de cervezas del tirón, directo al alma. Quería matar a la hija de puta de la melancolía a base de tragos. Deseaba arrancarle esos tacones tan afilados que tantas taquicardias me estaban provocando. Anhelaba follármela con la rabia del que se siente muerto en vida.
Pero el único que acabó al borde del precipicio de la cama fui yo.
Vomité tantas veces como mariposas anidaron en lo más profundo de mi ser. Y reí. Reí con la demencia del que no puede llorar.
Y lo peor, lo peor de todo, más doloroso que tener tus principios e ilusiones en ruinas, es la resaca de imposibles que se avecina.
La vida te brinda oportunidades, por supuesto que sí, pero sólo para deleitarse viendo cómo las destrozas.

2 comentarios:

  1. Después de caer, hacerse daño tantas veces, resulta difícil levantarse. Yo aún no tengo claro cuantas veces somos capaces de levantarnos, dispuestos a arriesgarnos, de ofrecer una oportunidad a alguien para destrozarte la vida, confiando en que no lo haga. ¿Cuántas decepciones sería capaz de soportar una persona? Aunque eso quizás dependa ya de cada uno.
    Un saludo, un placer leerte.

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