Hoy es el día de la madre.
Bueno, hoy y siempre. Todos los días deberían ser el día de todo
lo que merece la pena en esta vida.
Tal vez, madre, tú no me
trajeras al mundo, pero eso no importa, porque cuidaste de mí como
si así hubiese sido. Como si fuera un trozo más que nació de lo
más profundo de tu ser.
Tarde o temprano, el tiempo
rompe todo, incluso a ti, pero jamás quebrará el recuerdo. Tu
afecto y paciencia siempre tendrán hueco en mi vida, tu pequeño
legado.
Muchas fueron las tardes que
me decías “sé feliz, estudia mucho y ten una vida digna, no lo
olvides”. Y, aunque a destiempo, lo recordé, y en gran parte
gracias a ti.
A veces es demasiado tarde
para ser consciente del valor de las palabras, y, sobre todo, para
agradecerlas. Pero te lo agradezco, infinitamente, sea donde sea que
estés.
Desearía creer que existe
un sitio en el que te cuidan como mereces, no una simple y perpetua
nada. Pero eso no importa, siempre estarás en mí, y siempre
guardaré la estela de tu cariño como mereces.
Feliz segundo, minuto, hora,
día y eternidad, Mamá. Te quiero.
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