sábado, 5 de octubre de 2013

Ella, que sin saberlo, me parte el alma.

Una vez leí que el amor era algo tan repentino y directo como un rayo que te parte en dos; puede fulminarte guiñándote un ojo con su andar despistado o con una media sonrisa a la orilla de la intimidad. Esa primera taquicardia, los recuerdos, el 'qué torpe, por qué no la besé'.
Las sonrisas entre estribillos, pensando que podría haber sido mejor. Pero por lo menos fue real.
Así me sentí después de una mala vida, una mala vida que pesó tanto como cargar con el mundo sobre los hombros.
Todo tornó esperanzador y el destino era mi tablero; ahora mandaba yo, y ella era mi heroína. Aunque no lo supiera.
Pero para qué, eso no importaba, nada importaba cuando nuestras manos se entrelazaban acompasadas por un interminable paseo, ni el tiempo era capaz de dictar sus leyes inquebrantables. Con ella las tardes eran segundos y sus ausencias eran vidas. 
Pero a nadie le importa esperar cuando es feliz.
Ella, que sin saberlo, salvaba mi mundo en cada beso, cuando me rozaba y acariciaba la mano, tumbándose y brillando tanto o más que la luna. 
Ella, que sin saberlo, sobre esa manta verde a la luz de lo inalcanzable, era el faro que dictaba mi destino.
Ella, que sin decírmelo, se marchó para siempre, dejándome a las orillas del tiempo, esperándola cuantas vidas fuesen necesarias. 
Después de todo, no nos diferenciamos tanto; tú esperas nuevo artífice y yo soy soga y títere.

jueves, 9 de mayo de 2013

La vida es un puñado de papeles de colores.


Nacemos, crecemos, perdemos la inocencia y morimos.
Soñé con un mundo en el que la gente disfrutaba del papel y el caos que puede contener, incluso vivían y morían por él. Esos pequeños papeles contenían la mejor de las novelas, la más bella poesía e incluso un pedazo del sentido de nuestra vida. La gente dedicaba los buenos días, incluso las buenas tardes y, los más afortunados, las buenas noches, para conseguir acumular más y más pedazos impregnados de letras. Cuando lo tenían en sus manos, incluso en sus bolsillos, reían con él, lo celebraban e incluso lo canjeaban para el deleite de sus cinco sentidos. Pero cuando ya no quedaba; lágrimas. El hueco que dejaba en sus vidas se llenaba de plegarias, de gritos, de sufrimiento. Todo perdía el sentido.

Un día soñé con un mundo en el que la gente disfrutaba del dinero. Y qué desgracia.

domingo, 5 de mayo de 2013

Felicidades, mamá.


Hoy es el día de la madre. Bueno, hoy y siempre. Todos los días deberían ser el día de todo lo que merece la pena en esta vida.
Tal vez, madre, tú no me trajeras al mundo, pero eso no importa, porque cuidaste de mí como si así hubiese sido. Como si fuera un trozo más que nació de lo más profundo de tu ser.
Tarde o temprano, el tiempo rompe todo, incluso a ti, pero jamás quebrará el recuerdo. Tu afecto y paciencia siempre tendrán hueco en mi vida, tu pequeño legado.
Muchas fueron las tardes que me decías “sé feliz, estudia mucho y ten una vida digna, no lo olvides”. Y, aunque a destiempo, lo recordé, y en gran parte gracias a ti.
A veces es demasiado tarde para ser consciente del valor de las palabras, y, sobre todo, para agradecerlas. Pero te lo agradezco, infinitamente, sea donde sea que estés.
Desearía creer que existe un sitio en el que te cuidan como mereces, no una simple y perpetua nada. Pero eso no importa, siempre estarás en mí, y siempre guardaré la estela de tu cariño como mereces.
Feliz segundo, minuto, hora, día y eternidad, Mamá. Te quiero.  

sábado, 4 de mayo de 2013

El alcohol es para estúpidos y cobardes.


Eso dije unas semanas antes de meterme media botella de tequila y un par de cervezas del tirón, directo al alma. Quería matar a la hija de puta de la melancolía a base de tragos. Deseaba arrancarle esos tacones tan afilados que tantas taquicardias me estaban provocando. Anhelaba follármela con la rabia del que se siente muerto en vida.
Pero el único que acabó al borde del precipicio de la cama fui yo.
Vomité tantas veces como mariposas anidaron en lo más profundo de mi ser. Y reí. Reí con la demencia del que no puede llorar.
Y lo peor, lo peor de todo, más doloroso que tener tus principios e ilusiones en ruinas, es la resaca de imposibles que se avecina.
La vida te brinda oportunidades, por supuesto que sí, pero sólo para deleitarse viendo cómo las destrozas.

jueves, 2 de mayo de 2013

Devolvedme mi parque, casualidades.


Levanto la cabeza y miro la hora en el móvil: 06:35. Volver a dormir.
Levanto la cabeza y miro la hora en el móvil: 10:27. Mucho mejor.
Sospechaba que sería un día como otro cualquiera, pero no, me negué.
Saludé en twitter, limpié la casa, me duché y preparé un cuaderno y un bolígrafo. Todo apuntaba a que hoy no sería un día como otro cualquiera, aunque se pareciera mucho.
Así que, qué mejor para romper la rutina que salir a la calle, tomar un poco el aire, beber alguna cerveza y ver a los críos jugar mientras escribo y contemplo lo primero que se cruce ante mis ojos.
De repente: gritos. Muchos gritos. Me asomé a la ventana. Gritos antifascistas por aquí, ACAB por allá; cervezas por allí y policías por acá.
Qué cojones. Bueno, no importa, mejor, mucha más gente agolpando las calles al ritmo de sus ideologías. Supongo que son los gajes de vivir en la zona olvidada de Berlín. Zona adornada con preciosas fábricas abandonadas y cadáveres en decadencia a la merced de las prostitutas y la inercia.
Es igual, pensé, no será un día como otro cualquiera. Incliné como pude la cabeza hacia el camino que lleva a mi parque y, ¡sorpresa!, estaba cerrado por la policía.
Joder.
Mientras tanto la masa histérica corriendo de un lado a otro, como el que juega al pilla pilla con una policía que les ignora completamente. Adrenalina en estado puro. Una válvula de escape para gente que grita mucho y hace poco. Como todos, supongo.
Joder, una puta avispa.
Y así fue como cerré la ventana y dejé a la masa eufórica con su pilla pilla, a los policías con mi parque y a mí con la inercia.
Sospeché que sería un día como otro cualquiera, y en efecto.

La misma historia de siempre, pero un poco más muerto.


Qué bonito es abrir los ojos en la madrugada y estar acompañado por unas preciosas curvas. Sí, me refiero al tazón de leche que me olvidé de fregar ayer.
En realidad no, no es bonito. Y sí, la historia es cíclica, pero nosotros aún más.
¿Que qué quiero decir con esto? Somos felices con lo que creemos tener, acabamos dándonos cuenta de lo que realmente tenemos, lo dejamos marchar y, luego, comprendemos que lo que teníamos era todo lo que necesitábamos.
Y ahí estaba yo, contemplando el tazón de leche y pensando en lo mucho que echaba de menos tener al amor a mi vera. Añorando a todas y cada una de las mujeres que pasaron por mi cama, o mi ascensor, o mis escaleras, o por donde quiera que fuera que hiciéramos y deshiciéramos el amor.
Son tiempos difíciles para un tío tan ciego como yo, que se enamora a primera vista de la mujer que parece tener la vida más ardua del vagón.
Sí, adoro a la gente con una vida compleja. Ante todo, somos nuestras circunstancias, y la gente de circunstancias sencillas aburre.
Fuera lo que fuera, este era el principio de la misma historia de siempre, pero un poco más muerto.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Ante la duda, la que menos corra.


Simon & Garfunkel susurrándome the sound of silence en una mañana cualquiera, de un día cualquiera, de un año cualquiera, en una vida cualquiera. Y de repente, en esa mañana cualquiera de ese día cualquiera, empecé a sentir algo, algo dentro de mí. Como si, lentamente, algo estuviera quebrándose en lo más profundo de mis restos. Lo único que se podía escuchar era el paso de las manecillas de un reloj que no existía. 'Tic-tac'. Giré la cabeza y contemplé una cama más vacía y triste que yo. Una cama en la que no había una pareja besándose y riendo. Y ahí lo comprendí: necesitaba afecto, cariño, tacto, sonrisas, conversaciones. Necesitaba sentirme embaucado por una mujer y por algo de alcohol. Cuando el mundo te ahogue, bébetelo. Al final todo se reduce a eso; a un mundo que te presiona y unas drogas que te evaden. En este caso, necesitaba una droga con las piernas más largas que yo. Como no podía ser, decidí ir a por una que no pudiera escapar de mí.
Y así fue como pisé la calle y terminé comprando unas cervezas.

Un día como otro cualquiera.


Levanto la cabeza y miro la hora en el móvil: 06:35. Volver a dormir.
Levanto la cabeza y miro la hora en el móvil: 10:27. Mucho mejor.
Sospechaba que sería un día como otro cualquiera, pero no, me negué.
Saludé en twitter, limpié la casa, me duché y preparé un cuaderno y un bolígrafo. Todo apuntaba a que hoy no sería un día como otro cualquiera, aunque se pareciera mucho.
Así que, qué mejor para romper la rutina que salir a la calle, tomar un poco el aire, beber alguna cerveza y ver a los críos jugar mientras escribo y contemplo lo primero que se cruce ante mis ojos.
De repente: gritos. Muchos gritos. Me asomé a la ventana. Gritos antifascistas por aquí, ACAB por allá; cervezas por allí y policías por acá.
Qué cojones. Bueno, no importa, mejor, mucha más gente agolpando las calles al ritmo de sus ideologías. Supongo que son los gajes de vivir en la zona olvidada de Berlín. Zona adornada con preciosas fábricas abandonadas y cadáveres en decadencia a la merced de las prostitutas y la inercia.
Es igual, pensé, no será un día como otro cualquiera. Incliné como pude la cabeza hacia el camino que lleva a mi parque y, ¡sorpresa!, estaba cerrado por la policía.
Joder.
Mientras tanto la masa histérica corriendo de un lado a otro, como el que juega al pilla pilla con una policía que les ignora completamente. Adrenalina en estado puro. Una válvula de escape para gente que grita mucho y hace poco. Como todos, supongo.
Joder, una puta avispa.
Y así fue como cerré la ventana y dejé a la masa eufórica con su pilla pilla, a los policías con mi parque y a mí con la inercia.
Sospeché que sería un día como otro cualquiera, y en efecto.

martes, 23 de abril de 2013

Ah, ¿pero que seguís vivos?


Suena la alarma del móvil. Lo apago. Cojo lo primero que pillo y desayuno a los pies del sofácama. Me lavo los dientes, escupo los restos. Me ducho, me seco. Me visto, me vuelvo a secar el pelo. Incrusto los cascos en mi cerebro y pongo la música a todo volumen. Suena Muse con su Plug in baby y activo el modo zombi. Camino hasta el tranvía. La música sigue sonando, ahora estará deleitándome Biffy Clyro y su Many of horror. Del tranvía camino hasta el s-bahn, y del s-bahn camino a otro s-bahn, y, finalmente, camino hasta llegar al trabajo. Me siento delante del ordenador y escribo lo que sea que me pidan. Y así un día, y otro. Y otro. Y al siguiente también.
Hoy llegué a tal punto de aburrimiento, que hasta las manecillas del reloj vivían aventuras más fascinantes que mi vida. Incluso esas manecillas estaban en medio de una escena del viejo oeste. En una cacería cruenta e imparable a la que llamamos matar el tiempo. Tarde o temprano se encontraban. Las manecillas acababan matando todos lo segundos que hicieran falta para poder rozarse. Durante un interminable instante, chocaban. Se miraban fijamente, como si los cadáveres de todos los segundos y minutos que habían matado, todos esos cadáveres que ahora estaban pisando, hubieran merecido la pena sólo por ese efímero instante. Pero no tenían el tiempo necesario para matarse. En menos de un segundo, volvían a alejarse, poco a poco, y así hasta completar otro ciclo. Otra carnicería de segundos, minutos, horas, días, semanas, lo que hiciera falta. Nada detenía a esas manecillas. Harían lo que hiciera falta para volver a verse las caras, para volver a rozarse, aunque eso supusiera toda la eternidad.
O tal vez eran unos amantes desdichados.
¡Qué vida la de las manecillas!
Fuera lo que fuera, me la sudaba.
Así que, ahí seguía yo delante del ordenador, con cara de pasmado, intentando terminar mi trabajo.
Después de dos breves e infinitas batallas de las manecillas, o amores, depende de cómo lo veas, me cansé y salí a tomar el aire y echar un cigarro. El cigarro me supo a poco así que, para completar la mañana, caminé hasta un pequeño puesto de croissants y bebidas. Cuál fue mi sorpresa cuando, de regreso al trabajo, tuve una de esas ideas. Sí, ya sabéis, una de esas ideas. Esas ideas que uno sólo tiene durante tres segundos después de despertar del mejor sueño de su vida o mientras está duchándose bajo el agua más caliente que puede soportar. Esas ideas tan fugaces como brillantes que todos tenemos alguna que otra vez, incluso comiendo un croissant.
Necesitaba un cuaderno en el que apuntarlas al momento.
Así que vosotros, queridos míos, sois mi nuevo y reluciente cuaderno.
Mientras intento escribir un libro (carcajadas de fondo, gente tirándose de rascacielos, objetos cayendo bruscamente al suelo) escribiré esas pequeñas reflexiones o ideas tan magníficas que uno tiene en los momentos más inoportunos y absurdos que se pueda echar en cara. Esas reflexiones que quitan el sueño a los tontos.
Si queréis que divague algún tema en concreto, sólo tenéis que sugerírmelo.

martes, 9 de abril de 2013

Tal vez nosotros seamos el amor, y no la puerta.


'Algún día el amor llamará a tu puerta'.

Nos pasamos toda nuestra vida sentados en la finitud del destino, esperando. Cada cual aguardando a su propia guadaña: a su rutina, fiestas, viajes, ascensos, copas, colas, cumpleaños, aniversarios... Incluso al amor. Como si el amor fuese una carnicería de barrio o la cola del cine. Como si el amor no fuese una de las máximas en nuestra vida. Para unos será una artimaña de nuestra mente para continuar con la especie, para otros será la droga con la que extender las alas de su imaginación. Sea lo que sea, el amor es la medicina contra la tristeza; la sublevación contra lo mundano. Así que, la próxima vez, cárgate de ilusiones y llama a la puerta; puede que el amor seas tú.

jueves, 4 de abril de 2013

Todos juntos, gritad conmigo.


Se nos llena la boca de injusticias, de corrupción, de hijos de puta, de igualdad. Incluso el cielo está nublado por tanto grito.
Igualdad. Justicia. Integridad.
Todos juntos, bajo la misma realidad, predicando:¡IGUALDAD, JUSTICIA, INTEGRIDAD!
Los mismos que corren a llevarse todos los periódicos y paragüas gratuitos; los mismos que, siempre que tienen la oportunidad, evaden sus responsabilidades. Los mismos corruptos, pero a menor escala.
Creyéndose su propia patraña. Sintiéndose héroes. Héroes de conciencia impoluta. La misma mayoría entre la minoría, permitiendo que el mundo se destruya. Los mismos que permiten que otros disfruten de una realidad peor. A tu alrededor también tienes la realidad: gente muerta. Tal vez no tan cerca. No me refiero al pobre de tu barrio al que evitas el contacto visual, ni el politoxicómano que se hundió por un cúmulo de desgracias. No, no me refiero a eso. Más allá de nuestra pompa hay todo un mundo del que nosotros también nos aprovechamos. Nuestra ropa, comida, recursos. ¿Acaso alguien pierde el sueño por todos ellos? No, espera, es que el juego no nos favorece a nosotros, ellos no nos importan. Queremos NUESTRA justicia. Eso sí, lloraremos todos los suicidios, maltratos, explotación. Todo el mal del mundo habido y por haber. Limpiaremos nuestra conciencia siempre que los descansos de los partidos de fútbol nos lo permitan.
Y ahora, contadme: ¿por qué el escalón superior debería ser benévolo?
¿Igual... qué?, ¿Justi... quién?, ¿Integri... cómo?