miércoles, 1 de mayo de 2013

Ante la duda, la que menos corra.


Simon & Garfunkel susurrándome the sound of silence en una mañana cualquiera, de un día cualquiera, de un año cualquiera, en una vida cualquiera. Y de repente, en esa mañana cualquiera de ese día cualquiera, empecé a sentir algo, algo dentro de mí. Como si, lentamente, algo estuviera quebrándose en lo más profundo de mis restos. Lo único que se podía escuchar era el paso de las manecillas de un reloj que no existía. 'Tic-tac'. Giré la cabeza y contemplé una cama más vacía y triste que yo. Una cama en la que no había una pareja besándose y riendo. Y ahí lo comprendí: necesitaba afecto, cariño, tacto, sonrisas, conversaciones. Necesitaba sentirme embaucado por una mujer y por algo de alcohol. Cuando el mundo te ahogue, bébetelo. Al final todo se reduce a eso; a un mundo que te presiona y unas drogas que te evaden. En este caso, necesitaba una droga con las piernas más largas que yo. Como no podía ser, decidí ir a por una que no pudiera escapar de mí.
Y así fue como pisé la calle y terminé comprando unas cervezas.

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